30 nov 2010

Raices, arraigos y desarraigos: mi historia




Il faut voyager loin en aimant sa maison*.


Cuando yo era chica, según cuenta mi mamá, yo amaba Córdoba y decía,  a quien quisiera escuchar, que no había ciudad más linda que aquella en la que yo había nacido. Era, claro está, un versito bien aprendido porque no había viajado mucho y, las veces que lo había hecho era tan pequeña que no había tardado en olvidar cómo lucían las ciudades en las que había estado. Pero como mi papá me decía que Córdoba era HERMOSA, yo lo repetía, y creía de verdad que ciudad más bella no podía existir.

La ilusión duró poco.

Cuando tenía 7 años, viajé con mi familia a Buenos Aires durante unas vacaciones de invierno y fue verla desde el avión y caer rendida a sus pies. Para quienes no conocen la ciudad, les cuento que los vuelos que llegan desde el interior del país, lo hacen a un aeropuerto ubicado muy céntricamente, y sobre la rivera del Río de la Plata, y antes de aterrizar y al despegar, uno sobrevuela las partes más bellas de la ciudad, Avenida 9 de Julio incluida. O al menos así es cuando uno llega desde Córdoba. Buenos Aires, a quien alguien llamó alguna vez la Paris del Sur, se despliega así desde el primer momento en todo su esplendor. Recuerdo vívidamente la fascinación que sentí esos días mientras caminaba por sus calles, corría por las plazas, observaba los edificios, los cafés, la gente que caminaba apurada por las calles del centro.

La fascinación fue tan grande que, al terminar las vacaciones, no quería volver. Peor aún, cuando el avión que nos llevaba de vuelta a Córdoba empezó a sobrevolar la ciudad ésta me pareció...insulsa. Y, con verguenza y, sobre todo culpa, le confesé a mi mamá que Buenos Aires era mucho más linda. 

Ese fue mi primer acto de "traición emocional a la Patria" o el origen de mi Fernweh. Y fue el origen, porque el descubrimiento de que existía un lugar no sólo más bello (para mí) que aquél que conocía, sino donde me había sentido tan bien como para querer quedarme, abrió la compuerta a otra serie de pensamientos por el estilo: ¿y si no sólo me gustaba alguna ciudad más que Córdoba sino más que Buenos Aires? ¿Y si me gustaba más otro país? ¿otro continente? ¡Las posibilidades eran ilimitadas!


Pensandolo bien, el Fernweh en mí bien podría ser genético porque vengo de una familia en la que no han habido desde hace 100 años dos generaciones seguidas que permanezcan en el mismo lugar donde nacieron. Mi bisabuelos paternos (por línea paterna) nacieron en España, de donde salieron huyendo (según cuentan algunas versiones de la historia familiar) con mi bisabuela embarazada de mi abuelo, quien nació en el barco (supongo que en aguas argentinas porque tenia la nacionalidad argentina). En esta misma rama de la familia hay un famoso tío de nombre Pedro que aparentemente fue tremendo trovador y que pasó su vida recorriendo provincias con su guitarra y dejando hijos en cada una de ellas, a los que luego volvía a darles su apellido (así que si alguno de los que lee este blog tiene algún tío abuelo así en el anecdotario familiar ¡podemos ser primos! ;). Mi bisabuelo materno llegó desde Italia en 1922, porque habiendo peleado en la primera guerra mundial, temía una segunda. Su mujer y su hija (mi abuela) lo siguieron en 1929, con mi abuela de 7 años, y se instalaron en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Mi papá nació en la provincia de Chaco, mi mamá en la provincia de Buenos Aires, pero  se conocieron, se enamoraron,  se casaron y formaron una familia en Córdoba. Que yo saliera a trotar mundos era, visto asi, seguir el orden lógico de las cosas, continuar esa especie de sino familiar que nos transforma en buscadores del hogar. Sólo que un poco más extremo, considerando los lugares donde he estado ;)

Aceptar este sino, sin embargo, no fue facil. Desde ese viaje a Buenos Aires y, aún más a medida que fui creciendo, tuve la sensación que era más facil ser feliz en otros lugares. Que ME era más facil ser feliz en otros lugares, para ser exacta, porque al fin y al cabo, aquello que nos hace felices es relativo, al igual que aquello que nos gusta o no. No hay lugares buenos o malos en abstracto, en mi opinión, sino lugares a los que pertenecemos y que se nos revelan instantaneamente, y otros en los que insertarnos representa un esfuerzo. A mi, pertenecer a Córdoba y hasta a Argentina, me implicó, ya desde chica, un esfuerzo de adaptación que no sentí en otros lugares, por extraño que parezca. 

Esta realidad, tan intrínseca en mí, esta sensación tan arraigada, tan fuerte que tuve desde muy pequeña no fue fácil de aceptar para mucha gente. Y esto es porque, en mi experiencia, a la gente Heimweh le cuesta mucho entender (y aceptar) a los Fernweh. No sentirse arraigado al lugar de origen es visto como una traición, como una ofensa. Frases como "¿cómo puede gustarte algún lugar más que Córdoba?" "En ningun pais vas a vivir mejor que en Argentina" "Lo que pasa es que vos sos fría, por eso te da igual estar lejos de tu familia" "Vos te queres ir porque sos materialista y buscas confort económico antes que afectos" hasta lugares comunes de corte pseudo psicológico como "Los que se quieren ir buscan huir de algo pero uno siempre se lleva a sí mismo en la valija" son cuestionamientos con los que tuve que lidiar toda mi vida. Y muchas veces me pregunté a mí misma si no había algo de verdad en ellos, y hasta intenté sentir ese arraigo y la conclusión siempre fue la misma: el arraigo en mi propia tierra implicaba un esfuerzo, y uno aún más grande después de salir de ella. Por más corto que fuera el tiempo que hubiera estado afuera, siempre sentí shock cultural inverso al volver, como Oliveira en Rayuela, cuando al volver a Buenos Aires:

"Se dio cuenta que la vuelta era realmente la ida en más de un sentido"***

Pero a pesar de ésto, cuando me fui definitivamente, no buscaba irme. Creo que durante años, de alguna manera, me había preparado para irme (estudiando varios idiomas, por ejemplo) y que los esfuerzos de adaptación a mi propio lugar de origen facilitaron mi nomadismo: sentirme extraña, al fin y al cabo, era lo normal para mí, y sabía de memoria cómo hacer para incorporarme, de a poco, a un lugar y a una cultura que percibía como diferentes (a veces en sutilezas) a la mía propia. Pero, en concreto, partir cuando lo hice fue más el resultado de un conjunto de circunstancias externas que de una búsqueda activa de partir a donde finalmente recalé inicialmente.

El destino original de esa partida, el primer lugar que me acogió por aproximadamente cinco meses fue Fuerteventura, Islas Canarias, España. Partí con un pasaje de avión, unos pocos euros y la invitación de una gran amiga que me acogió con su familia y me guió esos primeros meses. Cuando miro hacia atrás, recuerdo ese tiempo como un momento de contemplación: no tenía la más remota idea de qué iba a depararme el destino y, visto que muchas cosas habían salido mal en un pasado reciente, no me animaba aún a hacer planes a mediano ni largo plazo. Pero España me curó las heridas bastante rápido, con su gente cálida, simpática, abierta  y trabajadora y me renovó la confianza en muchas cosas, pero sobre todo en mi y en  mi destino. Y así, con una confianza rayana en la inconciencia, envié en la víspera de mi cumpleaños una postulación a un puesto que deseaba mucho pero que, dentro de mí, creía imposible obtener. Tres días después me llamaban por teléfono y tenía la primera entrevista para ese puesto, dos meses y medio después dejaba España rumbo a Costa de Marfil.

En Costa de Marfil, todo habria de cambiar definitivamente, porque al día siguiente de llegar conocí a quien hoy es mi marido. Una semana después comenzamos a salir. Un mes después él me pidió casamiento. Cuatro meses después, nos casamos en Florencia, Italia. Durante todo ese tiempo, yo vivía en el interior del pais y él en la capital y viajabamos para vernos cuando podíamos, en el medio de un país convulsionado por una crisis y una guerra recientes y unas elecciones esperadas pero que no habrían de ocurrir. Dejamos Costa de Marfil para casarnos dos días antes que se desatara otra crisis y volvimos a un país más tenso aún que aquel que habíamos dejado.

Yo cambié de trabajo, armamos nuestra casa con la particularidad de la vida en zonas de conflicto, que dicta que uno se establece a medias, manteniendo siempre más o menos preparada una valija de 20 kgs para caso de evacuación, de forma minimalista, porque uno tiene reticencia a llenarse de objetos que luego serán de dificil traslado, sin saber demasiado cuánto tiempo más uno habrá de permanecer en ese lugar, ajustándose a restricciones de movimiento, acostumbrándose a salir del pais cada tres meses...un poco aquí y un poco allá los años fueron pasando y justo cuando las rutinas empezaban a hacerse propias y  Abidjan empezaba a sentirse hogar, llegó la hora de partir.


Durante un tiempo habíamos estado buscando trabajo en un país más apto para formar una familia, no sólo sin tantos problemas securitarios sino sin enfermedades tropicales como la malaria (que yo había padecido ya dos veces, y mi marido una). Y en Junio de 2007 ese trabajo llegó para mi marido, en Chipre. Yo permanecí en Abidjan seis meses más y me le uní en diciembre. Nos encontramos en Belgrado y, juntos, llegamos  Chipre en la nochebuena del año 2007, y aquí estamos desde entonces, aquí nacieron nuestros hijos, y aquí permaneceremos hasta que el destino vuelva a llamarnos para partir al encuentro de nuestro próximo destino.

Si partir es morir un poco, a estas alturas debo tener mucho de Fénix. Con cada partida muere en mí algo de aquella persona que fui en el destino anterior, quizás porque esas muertes sean necesarias para la adaptación al próximo lugar, quizás porque no eran parte constituyente de mí misma. Así, vivir afuera, entre otras cosas, ha definido extrañamente los ribetes particulares de mi Argentinidad: la mirada del otro, el contacto con esa otredad tan obvia de la cultura ajena, no sólo me han hecho dejar de lado caracteristicas identificadas con el ser argentino  sino que me han aferrado a otras que no eran tan obvias para mí cuando vivía allí. Las cosas que extraño pueden no ser las cosas más comunes y pueden no ser suficientes para hacerme querer volver a vivir en Argentina, pero han servido para definirme. 


Y es por esto mismo, por esas cosas que mueren y nacen en mí con los kilómetros, los países, las culturas, las experiencias, que mi argentinidad ha perdido la obviedad. Para gran sorpresa mía, este año, sentí que me negaban tres veces: Argentinos no me reconocieron como Argentina. Hasta este año, siempre que me encontraba con algún connacional, éste me identificaba como tal antes de que abriera la boca. Hasta este año, en que empezaron a escuchar con sorpresa mi acento cordobés.  Yo no sé qué cambió, qué parte sutil se vió modificada sin que yo me diera cuenta, pero supongo que esa es una de las consecuencias del trotar mundos durante un cierto tiempo. Parte del ser que fui en Argentina debe haber muerto en la adaptación a otros lugares, y con cada año que pasa siento que sería más dificil volver a vivir allí. Aun cuando comprendo la forma de pensar, ya no la intuyo como antes y  al leer los diarios comienzo a sentir sorpresa, porque he dejado de comprender por qué las cosas son cómo son y no de otra manera o mejor dicho, por qué las cosas no pueden ser de otra manera. Mi lógica es hoy distinta en más de un sentido y, si bien nunca tuve una forma de pensar muy típica, esas características que me hacían sentir ajena, hoy se han acentuado. 


Extraño a mi pequeña familia (mi mamá y mi hermano) y extraño a mis amigas a punto de mirar con cara de carnero degollado los grupos de mujeres tomando café en los bares, pero no al punto de querer volver (sino más de traermelos a donde yo estoy, je) porque los siento cerca a través de emails y de llamadas telefónicas. Y por otra parte porque no me engaño pensando que de volver (si así lo quisiera) las cosas serían como eran, porque aunque en mi cabeza mis afectos hayan quedado suspendidos en el tiempo, y sigan teniendo la edad que tenían cuando me fuí hace casi 6 años y sigan pensando y sientiendo como entonces, sé, racionalmente sé, que no es así. Que el tiempo ha pasado para todos y que así como las experiencias que cuento en este blog y otras tantas más me han cambiado a mí en más de un sentido, así tambien cada una de esas personas, en este tiempo ha peleado sus propias luchas, reido con alegrías y llorado con lágrimas y tristezas que no hemos compartido. 


Mis hijos, hoy pequeños, son productos de esta familia multicultural y nómade en la que nacieron, con padres de paises distintos, obligados a aprender tres idiomas desde la cuna (y un par más a la brevedad, para poder adaptarse a este tipo de vida), con familias y tíos postizos que los ven crecer por fotos,  que los escuchan hablar en videos, que les mandan su cariño por mail y por correo. Muchas veces me pregunto si ellos irán a necesitar permanecer en un lugar determinado, si extrañarán la idea de un tipo de hogar que nunca han tenido, o si estarán felices con esta realidad de hogares temporarios y, como sus padres, sentirán exitación al mirar un globo terráqueo y pensar : "Y ahora: ¿a dónde? ¿cual será el próximo destino? ¿cuál es próximo idioma que deberemos aprender? ¿qué nuevas costumbres deberemos incorporar? " Es dificil saberlo.

La noción de hogar, creo hoy, tiene connotaciones diferentes para cada persona,  aquello que constituye las raices es distinto para cada uno y , así como hay personas que no conciben las posibilidad de moverse del lugar en que nacieron, hay otras que se sienten como plantitas a quienes el viento arrancó de cuajo al nacer y  casi por error estan en tierras extrañas, con raices a medias, sintiendo que en realidad tendrían que haber nacido en otra parte. Hay quienes sienten que hasta viajar como turistas es una pérdida de tiempo y pueden estar en la cima de la Torre Eiffel pensando qué hacen allí y que extrañan su casa****, hay quienes aman viajar pero aman igualmente retornar a un hogar definido y para quienes la vuelta a casa es tan placentera como la exitación de la partida, y hay quienes como yo, sienten que el hogar no es un lugar fijo sino un lugar por descubrir, si acaso, y que está bien así; que el hogar puede ser un conjunto de lugares temporarios donde poner los libros y dejar reposar las valijas, quietas, por un rato. Y que el resto se lleva en los recuerdos y el corazón.




Aquí les dejo algunas imágenes de Chipre, y les deseo que esta sea para ustedes una hermosa semana!


La roca donde nació Afrodita: Petro tou Romeo





Ledra Street, en el centro de Nicosia (lado Griego):


Bahía de Kyrenia ( en el norte de la isla, del lado Turco)


Kakopetria (en las montañas Troodos, al centro de la Isla):




* Apollinaire, Les Mamelles de Tirésias (citado en Rayuela, "Del lado de acá")
**La imagen del comienzo es una foto de la Iglesia Catedral de Córdoba, Argentina, vista desde la plaza que se encuentra en frente, llamada Plaza San Martin. San Martin fue el libertador de Argentina. La foto fue tomada en abril de 2006. 
***Rayuela, capítulo 40
**** Historia real. Conocí a alguien a quien le pasó exactamente eso.





15 nov 2010

Raices, arraigos y desarraigos en otros blogs




¡Hola! ¿Cómo están? ¿Cómo pasaron el fin de semana? Espero que hayan sido unos días hermosos y que esta semana que comienza sea muy buena también.

La serie de posts sobre las raíces ha tenido una muy buena recepción y algunos lectores han manifestado sus ganas de leer más experiencias, más historias personales, más reflexiones al respecto. Por eso se me ocurrió que, antes de contarles mi historia, sería buena idea dejarles los links de algunos blogs que han tratado el tema de manera interesante, sensible, reflexiva.


Estos son los blogs siguientes:



Manolito, su autor, emigró a Australia hace más de veinte años y lleva varios escribiendo un blog muy interesante. En el mismo encontrarán varias reflexiones acerca de la emigración, en particular les recomiendo las series : Por qué emigra el emigrante y las reflexiones acerca de lo ganado y lo perdido con la emigración.




Su autora es una mujer de negocios norteamericana que vivió durante más de 5 años en Europa (Londres y Estocolmo) y, luego de mucho viajar, acaba de volver a su Boston natal. Les recomiendo en particular este post, reflexionando sobre el hogar y sobre el volver a un lugar alguna vez llamamos hogar y ahora ya no se siente tanto así. 



Uno de mis blogs preferidos, y no es novedad porque lo he dicho muchas veces. Sabrán perdonar que sea repetitiva ;)

La noción de hogar se encuentra siempre presente en los posts de Belette, y sus reflexiones están llenas de profundidad y sensibilidad. Les recomiendo especialmente este post (porque el hogar puede revelarse en cosas pequeñas y aparentemente intrascendentes, comoque alguien conserve una foto de nuestros gatos, aún años despues de nuestra partida) y esta serie, intitulada: Home is where the guest blogger is (el hogar es donde está el blogger invitado).


Espero que los disfruten tanto como yo.

¡Que tengan una semana maravillosa y hasta el próximo post!



* La imagen del comienzo corresponde al Parque Sarmiento, en la ciudad de Córdoba, Argentina

10 nov 2010

Raices, arraigos y desarraigos: Laura





¡Hola a todos! Seguimos explorando el tema de las raices, el arraigo y el desarraigo, hoy, con el relato de Laura, testimonio de que podemos llamar hogar a más de un lugar. Los dejo con ella, esperando que disfruten su relato tanto como lo disfruté yo.




Para mí es un honor que Marcela me haya convocado para escribir en su blog, más allá de las distancias y aunque no tengo el privilegio de haberla conocido personalmente, la aprendí a querer al igual que muchos de ustedes, por medio de su palabra, la que nos guía, nos transporta a lugares maravillosos y a historias (ajenas o no) a nuestra cultura y costumbres.

Lo primero que quiero decir es que cuando conocí la ciudad en la que vivo, la sentí mía desde el principio, no tuve la sensación de estar en tierras extrañas ni tampoco de sentirme extraña en esta tierra.

Les cuento un poco mi historia, para que puedan conocerme:

Mi nombre es Laura, soy de Buenos Aires y conocí a Guillermo, mi marido que es español en Julio de 2005, 20 días después de que se instalase a vivir unos años en la ciudad.

Al poco tiempo de conocernos, se iba afianzando la relación; el me comentó los proyectos que tenía en la ciudad, (conocer, estudiar Psicología, entre otros) y que luego se volvería a vivir a Zaragoza.
No lo dudé ni un instante: seguimos hacia delante con la relación, yo con la convicción de que cuando sea el momento de regresar, allí estaríamos los dos.

Pasaron 2 meses desde que nos habíamos conocido,  y me invitó a viajar a Zaragoza, en esa oportunidad era todo tan reciente que rechacé la propuesta (yo no tenía dinero, aunque él me pagaría el viaje), pero finalmente en Enero de 2006 acepté la invitación, y conecté inmediatamente con la ciudad, su ambiente, su gente y costumbres.

A la vuelta del viaje, me fui a vivir a su departamento, y comenzamos a delinear nuestro futuro con proyectos más concretos (casarnos, ir a vivir a Zaragoza)

Luego de dos años nos casamos, nos embarazamos y habíamos proyectado dejar el país cuando nuestro bebé,  Ulises, cumpliera los 8 meses aproximadamente; pero cuando estaba a punto de parir, Guille me comentó la necesidad de adelantar el viaje, ya que tendría más posibilidades de que lo volvieran a contratar en su antiguo trabajo, lo conversamos mucho y tomamos la decisión de irnos antes de la fecha prevista en un comienzo, así que viajamos cuando Ulises no llegaba a los 4 meses.

Comencé y comenzamos en familia a echar raíces en esta tierra, (en el caso de mi marido, a re-comenzar) y a conectar más con mi familia política y amigos de mi marido que considero míos también. Me sentí desde siempre bien recibida tanto por ellos como por la gente del lugar.

Hace un año y cuatro meses que ya estamos aquí; cuando pienso en mi país y lo que dejé allí (capítulo aparte familia y amigos), lo recuerdo con cariño, con bohemia y tango, con la lucha del día a día, con nostalgia de sus calles, de la charla con el diariero, y esas pequeñas cosas.

A mi familia, amigos y gente querida, gracias a las nuevas tecnologias, las siento cerca; si bien a veces uno extraña un abrazo, una mirada o un beso, el sólo hecho de tenerlos al otro lado de la computadora o del teléfono, acerca las distancias.

Ulises ya cumplió el año y medio, y mantiene su identidad porteña  bailando las canciones de María Elena Walsh, el Sapo Pepe, el Payaso Plimplín y el Elefante Trompita, a veces lo mareo un poco con las palabras con las que le hablo (galleta – galletita, guardar – recoger); tiene su equipo de Boca Juniors que le regaló su tío y la camiseta de la Selección Argentina que más de una vez llevó al Jardincito. Le hice probar el dulce de leche y le encantó, y el viaje reciente que tuvimos a Buenos Aires disfrutó mucho de los alfajores y guisos de abuela.

A mi marido le gustaría que Ulises tenga algún dejo de acento argentino y emplee palabras típicas para el día a día, pero eso se irá viendo con el tiempo; en cambio mi familia muere por escucharlo hablar en “gallego”.

A Martín, mi segundo bebé,  le faltan dos meses  para nacer, así que me voy informando a través de amigas y de los médicos que atienden mi embarazo, cuáles son los estudios y pasos a seguir  (la vez pasada me llevaron a hacerme un “test basal” y resulta que era el famoso “monitoreo fetal” que yo ya conocía); la verdad es que todo va fluyendo y el embarazo de maravillas.

Los nuevos hábitos que adquirí son comer y hacer  bocadillos de “todo” lo que te puedas imaginar en medio de un pan, aprender a decir “cena” en vez de “comida” a cualquier hora del día, como estaba acostumbrada, las personas de la tercera edad son “mayores” y no “grandes” (el término significa tamaño), a nombrar determinadas cosas “a la española”, ya que a veces se me quedan mirando cuando digo “abrochadora” en vez de “grapadora”, por ejemplo; me pongo el modo español on y soy una más, hasta a veces hablo con las “zetas” y la “lle/lli” y las “c”; una vez entré a un super a comprar galletitas y el vendedor no me entendía, probé con galletas y tampoco, por último me decanté en “gallietas” y me pudo indicar en dónde encontrarlas!

Culturalmente me llamó  la atención la devoción de la gente (sobre todo de “los mayores”) a la Virgen del Pilar, la patrona de Zaragoza, que celebra su día el 12 de Octubre en la semana “de los Pilares”, hay desfile por el centro de la ciudad de gente vestida con ropa típica (baturros) que le hacen ofrenda de flores a la Virgen, que se van colocando en una estructura de unos quince metros de alto formando el manto de la Virgen, que se encuentra en la cima. La Virgen con su manto de flores está una semana en la Plaza del Pilar, y todo a su alrededor queda impregnado con su perfume.

La vida en el bar es un “tipical spanish”: el quedar en el bar para tomar café, el ir de tapas, de vermuteo.

Me sorprendió que la gente no haga fila en la parada del autobús, sino, que cuando llega se van subiendo y no importa el orden de llegada (no me gusta mucho este ítem, el respeto a la fila y orden de llegada son sagrados para mi); el órden del tránsito, ya que si bien no se compara con el de Buenos Aires, porque estamos en una ciudad del interior de España, es una ciudad totalmente europea en cuestión de respeto a los peatones y en el tránsito mismo. Hasta mi 5º mes de embarazo, me iba a trabajar en “Bizi” (bicicletas de transporte público, que se “cogen” en cualquiera de las paradas que hay en la ciudad por medio de una tarjeta magnética en la que se encuentran los datos de la cuenta bancaria, en caso de que no se devuelva en un tiempo estipulado o se dañe)

Mi día a día, al habernos ido con un bebé de casi 4 meses, se fue moldeando a sus necesidades; preveo que las cosas necesarias para comer las tenga en casa o salgo a comprar por la mañana o a partir de las 17 hs. cuando abren las tiendas, los domingos por ejemplo está todo cerrado (incluídos los centros comerciales, salvo excepciones en fechas determinadas), así que nunca me quedo sin lo imprescindible para pasar ese día.

Siento que para tomar tamaña decisión (en mi caso, en pareja) hay que estar bien consolidados y abiertos a la charla, a las dudas, ya que es un cambio de vida para los dos, y se debe estar fortalecido para eso, para que en el caso en el que se decida regresar por cualquier motivo, sea también con el convencimiento de ambas partes y fijando siempre el bienestar en los hijos,  la pareja, en la familia toda y en el bienestar tanto económico, como social en todos sus aspectos (educación, seguridad, etc.)

Gracias por haberme hecho un lugarcito en este espacio cibernético, hasta la próxima!








¿Qué me cuentan de Laura? ¿No es un encanto? ¿Y vieron qué bombón es Uli, su bebé?¡Muchas gracias, Lau, por compartir tu historia con todos nosotros!


Dos mujeres, dos historias diferentes. Un cambio de país por trabajo, otro por amor, una pareja de argentinos que emigra, y un amor intercultural y transoceánico ;) En el próximo post les contaré mi historia, distinta y parecida a la vez a ambas.


¡Que tengan un hermoso fin de semana y hasta el próximo post!




* La fotos muestran: Ulises, recién llegado a Zaragoza, con el Pilar de fondo, Basílica del Pilar, foto tomada desde la Plaza, Laura con la torre de la Catedral de La Seo (San Salvador) de fondo, una vista de una parte de la Basílica desde la Calle Alfonso I (la "Florida" de Buenos Aires) y el interior del Palacio de la Aljafería, 

9 nov 2010

Raices,arraigos y desarraigos: Sofia





¡Hola a todos! ¿Cómo están hoy? ¿Cómo los trata esta semana? Espero que muy bien.
Tal como les prometí, hoy les traigo la historia de Sofía, una mujer que creció mitad en Francia, mitad en Argentina y que, por circunstancias que ella les contará, hoy vive en Brasil, donde nacieron sus hijas. Los dejo sin más prolegómenos con su relato, que es testimonio de adaptación y resiliencia.





Tenés razón con lo que me decís que lo mío es doble la experiencia de vivir en el extranjero, cuando contamos Francia ademas de Brasil, pero yo hasta diría triple porque Argentina, a pesar de ser mi país de origen, sólo fui a vivir y aprender el idioma cuando tenía 10 años, por lo tanto para mi fue toda una adaptación, de hecho, la mas dificil de las tres. ¿Porqué? Muy bien no lo sé, supongo que por la edad, que es cuando se está formando la personalidad, y por las condiciones, que coincidió con problemas de salud de mi familia, dificultades con los compañeros de la escuela con quienes no me pude adaptar muy bien. 

En Francia, de donde venía, estaba bien adaptada tenía muchos amigos. En Argentina noté mucha envidia de los compañeros, burlas, competencia, enfin, realmente cosas que nunca había experimentado y para mi fue como un golpe bajo. Por suerte no demoró mucho y pude hacerme amigas rapidamente, gente que hasta hoy lo siguen siendo (como vos :) )

Fuera de eso la diferencia cultural era abismal. Me costó muchisimo adaptarme al comportamiento en clase por ejemplo, sin exagerar me parecían salvajes. La forma como todos hablaban a la vez, gritaban, se levantaban sin pedir permiso... recuerdo que me tapaba los oídos para no escuchar y tener un poco de silencio del que estaba acostumbrada. Pero eso fue al comienzo, claro que a esas cosas uno se acostumbra rapido! jajaja

Y hoy en día tengo mucho orgullo de decir que me considero argentina, viví allí una fase muy importante de mi vida, la adolescencia, mi familia es toda argentina, mis raíces están alla, conocí mi marido alla, mis mejores amigos, me eduqué alla... enfin, soy argentina y punto final. En Francia donde vivi mis primeros 10 años, casi no tengo nada para decir porque al crecer allá, y mas siendo niña, todo me parecía normal y no tengo mucha opinión al respecto.

Cuando tenía 23 años vinimos a Brasil, con mi novio en la época, supuestamente por tres años. Las razones fueron por trabajo de él, y yo como acababa de terminar la facultad de psicología, y no nos queríamos separar, me pareció una muy buena oportunidad para comenzar una vida en pareja con él, y de paso terminaría mi tesis tranquila ya que estando sola casi todo el día tendría tiempo suficiente. 

Hace casi 12 años que estamos aca.... ¿porqué? Nos fue bien, sobretodo laboralmente. Ademas nuestra primera hija nació antes de vencerse la visa y asi pudimos conseguir una visa permanente en este país. Compramos nuestra casa, y aca estamos. Profesionalmente me fue muy dificil adaptarme, revalidé mi diploma pero no me lo reconocieron totalmente, este es un punto importantísimo que necesita urgentemente un cambio, globalizarse mas.

En cuanto a adaptación no me fue tan dificil como en Argentina, ya siendo adultos es diferente. Ademas culturalmente somos todos latinos. El idioma lo agarré mas o menos rapido, y no sentí ningun shock cultural, salvo pequeñas cosas, rutinas de los brasileros que nosotros no tenemos y viceversa. Uno como adulto tiene el ojo más crítico, y sabés qué te conviene adoptar y qué es lo que vas a seguir haciendo del mismo modo, y con eso aprendés a valorar el bagaje cultural que uno trae, y que ya no vas a deshacerte tan fácil.

De a poco nos vamos haciendo "brasileros" nosotros también desde que entramos en esa rutina, y se nos pegan las costumbres, los gestos, las expresiones, y la forma de hablar y de pensar. Aca es una ciudad (no digo país porque no lo conozco todo) muy ordenada, y la gente muy respetuosa. Y me doy mas cuenta de eso cuando vuelvo a Argentina y casi todos me parecen mal educados. Estar aca es mas relajante, menos estresante por decirlo de alguna manera. Las cosas funcionan, te podes programar, en todo sentido. Y todo eso, al cabo de varios años, va formando tu personalidad y tu forma de pensar. El otro día estabamos con mi marido charlando con una amiga argentina que también vive acá hace mucho tiempo, y compartíamos todas estas ideas de las diferencias de los brasileros con los argentinos, de cómo se nota, cuando uno está lejos, el problema social en Argentina, de lo irrespetuosa que es la gente, testaruda, infeliz, egoísta, antipática, mente cerrada (generalizando, claro). Y concluimos que si nosotros nos hubieramos quedado allá, seguramente seríamos un poco asi también. A lo que quiero llegar es que el lugar te cambia, te "hace" la cabeza, y pasas a pensar diferente. Eso es algo que valoro muchísimo de vivir en el exterior. Solo la experiencia te puede dar eso. Te abre la mente.

Claro que mi familia vive toda en Argentina y los extraño muchísimo, no hay un día que no piense en que quiero volver a vivir alla. Por mas ventajas que encuentre viviendo en este país, tanto económicas, como culturales, sociales etc, no hay como las raíces, uno extraña también el desorden (sobretodo cuando está lejos), las costumbres argentinas de juntarse por ejemplo los fines de semana en familia a comer un asado, ir de paseo al campo, salir a caminar por las calles de la ciudad...(aca eso no se hace), o que algún amigo o familiar te venga a visitar, o venga sin avisar (acá sabemos con 5 meses de anticipación que finalmente uno va a venir a visitarnos!). Enfin, cambia todo el día a día, y es eso lo que mas extraño. Me siento muy aislada acá. Una de las grandes desventajas de vivir lejos de la familia, es cuando los chicos crecen, y empiezan a sufrir la falta de los parientes. Ellos también los necesitan, quizás mas que uno. Cada vez que vamos a Argentina y nos tenemos que despedir, es un mar de lágrimas de las chicas. Antes, cuando ellas eran mas chiquitas, me ponía triste al despedirme yo de mi familia, ahora me pongo triste por verlas tristes a ellas... es mas fuerte.

Con respecto a la criar las chicas acá, es un desafío. Primero porque uno no tiene la ayuda obvia de familia, nunca. Todo recae en uno, las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Mi marido trabaja todo el día asique a mis hijas las he criado casi yo sola. Y eso no sólo es mucho trabajo, pero mucha responsabilidad, por ende mucho estrés, son super-dependientes de mi y yo de ellas, les cuesta un poco quedarse con la familia cuando viajamos alla (sobretodo al principio), les cuesta adaptarse en la escuela. 

Personalmente veo el idioma como una gran interposición entre "nuestro mundo" y el de los brasileros. Yo hablo español con ellas todo el tiempo, no me sale hablarles en portugués, y claro, eso levanta miradas, a veces cuchicheo en la gente que le llama la atención la presencia un extrangero, y mas si son niños. O sea, la misma reacción que tendría uno si se encuentra por ejemplo en la puerta de la escuela con alguien que habla alemán con sus hijos, o cualquier idioma, uno mira. Y esa sensación de ser el "eterno extrangero" es algo que no me puedo sacar, por mas años que esté viviendo aca.Y este es un sentimiento con el que tuve que vivir toda mi vida, el de no pertenecer totalmente al país donde estoy viviendo. 

Ademas cuando hablo portugués, se me nota el acento de argentina y muchas veces me preguntan de donde soy... La verdad que ni yo sé! Al principio contestaba que era argentina, después empecé a decir que soy de acá (medio con bronca ya!) porque hace 11 años que vivo aca, mis hijas son brasileras, mi casa está aca, mi futuro está aca. Respondo entonces que soy de acá porque vivo acá hace 11 años, pero que soy argentina, porque en definitiva el que pregunta eso es porque nota un acento extrangero y quiere saber de dónde es.

Asi que yo creo que la identidad argentina está bien mantenida en nuestro caso, también porque dos veces al año viajamos a Argentina y nos quedamos hasta un mes. El tema en nuestro caso es mas adoptar una identidad brasilera, que la tenemos poco incorporada, y que en cierta forma a veces puede empezar a interferir en las nenas que tendrán que enfrentar situaciones donde se ven diferentes, porque a veces está esa mirada de "vos sos diferente", y eso es algo con lo que tienen que crecer. Claro que no es nada traumático, nacieron acá y están acostumbradas.

Por suerte los brasileros son muy simpáticos y les encanta el español, les llama mucho la atención, y los ven como una gran cosa que sepan de tan chiquitas dos idiomas, y eso es realmente una gran ventaja. Lo que me parece importante es adaptarse cuando es necesario. Por ejemplo les hablo en portugués cuando estamos en reunión con otra gente. Me parece falta de respeto y ademas porque llama mucho la atención, hablarles en español adelante de otra gente que está reunida con nosotras. Hay que saber los límites. Es importante porque es una forma de mostrarles a ellas que uno también puede ser "ellos". La nena mas grande mía se la pasa todo el día en la escuela, hablando portugués, y de pronto llega a casa y está esta familia toda diferente que no habla nada de portugués..., no quiero que se sienta bicho de otro pozo, me entendes? Aunque un poco lo seamos!

Enfin, este sería mi consejo para las mamás y papás que crian hijos en el extranjero, me parece importantísimo no perder la identidad propia, pero también dejarlos experimentar la otra identidad, que es la de ellos también, es una forma de aceptarlos a ellos mismos, porque, al menos en nuestro caso, las dos son brasileras, eso es innegable. Y eso los va a ayudar y les va a abrir muchas puertas porque serán mas confiantes.

Claro que todavía tengo mucho que aprender, como extranjera, como mamá, como ser humano, pero espero haber podido responder a tus expectativas con esta "pesquisa". (Te confieso que tuve que parar y buscar en el diccionario un montón de veces porque me salen en portugués las palabras! Otro de los problemas de vivir en el extranjero! jajaja)






¡Muchas gracias Sofi por compartir tu historia y por adjuntar tan hermosas fotos! 
¿No son divinas las nenas? Y qué hermosa ciudad es Curitiba ¿verdad?




¡Que pasen unos días hermosos y hasta el próximo post!



7 nov 2010

No soy de aquí ni soy de allá: una serie de posts sobre raices, arraigos y desarraigos

Rien ne vous tue un homme comme d'être obligé de répresenter un pays*
Jacques Vaché 


Hace más de 10 años atrás, leí en el diario La Nación de Argentina un reportaje al escritor español José Ovejero, quien había ganado el premio Grandes Viajeros 1998 por su libro China para hipoconcríacos. En dicho reportaje citaban un extracto del prólogo de dicho libro, en el cual Ovejero hablaba de dos palabras del idioma alemán muy dificiles de traducir a otros idiomas si no es explicándolas: Fernweh y Heimweh. Ambas, explica Ovejero, terminan con weh, que significa dolor, pero difieren en el prefijo: Fern significa lejanía, mientras que Heim quiere decir hogar.  Y continúa diciendo:


"Heimweh, la añoranza del hogar, es esa sensación que asalta a los niños que se encuentran durmiendo en casa ajena, en la de los abuelos por ejemplo, y que no conoce consuelo ni entiende de argumentos. Cuando al niño le sobreviene esa añoranza, lo único que puede paliarlo es la presencia de los padres y, a ser posible, el regreso al hogar, a los olores, ruidos, colores familiares. Pero tampoco los adultos son inmunes al Heimweh; por eso tantas personas, hayan sido o no felices en su infancia, insisten en regresar a los lugares y a la compañía de las personas que frecuentaron en la niñez. Regreso a menudo frustrante , porque ya no hay padres que puedan a uno protegerle, o simular protegerle, del mundo, devolverle a la seguridad de lo conocido-lo conocido convertido ahora en un fantasma que asusta más que consuela-, y el calor del hogar se ha disipado, o peor, no existió nunca. Pero los seres humanos se niegan a asumir la destrucción o la inexistencia del hogar, e incluso, si pueden, lo llevan consigo, encerrado en fotografías u objetos (...)


Fernweh: aquí las cosas se complican aún más. La nostalgia o añoranza de la distancia, un desgarro que sentimos por no encontrarnos en lugares lejanos, entre otras gentes, en paisajes cuya apariencia desconocemos, escuchar ruidos cuya procedencia ignoramos, ver animales de los que no sabemos el nombre, soñarnos, si no protagonistas, al menos partícipes de historias de las que aún no habíamos oído hablar. Y de pronto nos entra el ansia de la búsqueda, la pasión por partir, quizás creyendo también que en otros lugares, en otro entorno, seremos más felices, más hermosos, más libres (...)


(...)Hay quien dice que el Fernweh no es distinto del Heimweh, pero que el primero aquejaría a quienes nunca se sintieron a gusto en casa, son conscientes de ello y no intentan ocultárselo retocando los recuerdos como si fuesen fotografías de estudio; pero están convencidos que el hogar existe, sólo que aún no lo han encontrado, y no se halla en el pasado, sino en el futuro, en sitios que se desconocen. (...) "


De más está decir, a estas alturas, que yo pertenezco al segundo grupo de gente y la palabra Fernweh me representa de cuerpo entero, desde que tengo uso de razón. Esta sensación de no pertenencia al lugar que, se supone, debería sentirme arraigada y la correlativa incomprensión que provoca en quien nunca la ha sentido (siendo el Heimweh infinitamente más común que el Fernweh), han hecho que me interesen desde siempre las ideas de  hogar,  de pertenencia a un lugar determinado. 


¿Qué es el hogar? ¿qué son las raices? ¿qué nos lleva a arraigarnos en un lugar y no en otro? ¿qué factores hacen que sintamos que pertenecemos a un lugar? ¿es hogar el lugar donde nacimos, el lugar donde estan nuestros afectos o puede haber algo más , diferente, que nos haga sentir en casa y, si es asi, qué es ese algo más? En definitiva: ¿Nacemos en nuestro hogar o el hogar es tambien un lugar que podemos encontrar? 


En un mundo en que las fronteras parecen diluirse cada vez más, donde viajar es cada vez más fácil y dónde los matrimonios interculturales son cada vez más frecuentes ¿la idea de pertenencia a una cultura, a un lugar se ve modificada? Cuando alguien que siente Heimweh se ve obligado por diversas circunstancias a emigrar ¿puede arraigarse en la nueva tierra o está condenado a morir sintiendo nostalgia de su lugar de origen, como en un tango? ¿Cómo viven el arraigo y el desarraigo quienes no quisieron partir y cómo aquellos que sí? Aquellos que sentimos Fernweh ¿cuando sabemos que encontramos el hogar? Sentir Fernweh ¿es no extrañar nada ni a nadie del lugar de origen?


Para explorar estos temas, le pedí a dos amigas, mujeres maravillosas, inteligentes y sensibles, que me dieran una mano contándoles su propia historia. En los próximos dos posts podrán leer a Sofía (argentina de nacimiento, criada en Paris durante su primera infancia, y actualmente residente en Curitiba Brasil) y a Laura (tambien argentina, de Buenos Aires, y actualmente residente en Zaragoza, España), y luego les contaré mi historia personal (bueno, algo de ella ;). Las tres historias son diferentes, porque distintos son los motivos y las circunstancias de la partida del país de origen, pero tienen coincidencias. 


Estos posts, claro está, de ninguna manera pretenden agotar el tema, sino sólo brindar una idea de las emociones que uno enfrenta en estos casos, y que quizás puedan servirle a quienes están planteandose la posibilidad de emigrar. Por lo mismo, me encantaría que esta serie de posts quede abierta y que, si se animan, si viven lejos de donde nacieron, o piensan en partir, si nunca se encontraron en su pais de origen o sienten que jamás podrían dejarlo, me escriban y me cuenten su experiencia a diariodeunatrotamundos@yahoo.com, así la adjuntamos aquí en el blog. 

Termino este post con la canción que le dió el título: Alberto Cortez y Facundo Cabral cantando No soy de aquí ni soy de allá. Espero que les guste.





¡Qué tengan una hermosa semana y hasta el próximo post!

*Nada mata a un hombre como estar obligado a representar un pais. Extraido del epígrafe del capítulo 1 de la novela Rayuela, de Julio Cortazar. 






4 nov 2010

Desafíos (no tan ) nuevos



¡Hola a todos! ¿Cómo están? Hoy vuelvo al blog después de casi un mes de ausencia y vuelvo, nada más ni nada menos, que a proponerles un desafío...un desafío recesionista viajero.

Como recordarán, en este post (si siguen el blog desde hace un tiempo), tuve el honor de participar en el Desafío Recesionista lanzado por Solcito, del blog Discipula, de Argentina. Solcito viene desarrollando desde ya hace un tiempo el concepto de recesionismo y haciendo campaña por la instauración de un recesionismo latinoamericano (vean este post para más datos). La cereza del postre de esta movida ha sido el lanzamiento del desafío, como una forma de llamado a poner los conceptos en práctica de una forma divertida. ¿En qué consiste este desafío? En pocas palabras, en practicar el ir de compras al propio placard tomando como inspiración una revista de modas (en el caso de Argentina, la Para Ti Colecciones) y tratar de reproducir con aquello que YA tenemos las propuestas  de la nueva temporada. Para sorpresa de muchas de nosotras, gran parte de aquello que antes hubieramos salido a comprar raudamente, ya estaba en nuestro armario desde varios años atrás. El desafío permite, así, no sólo ahorrar dinero, sino algo más importante aún: redescubrir y apreciar lo que tenemos. Y ésto último me parece sumamente importante, en todos los aspectos de la vida. Una vida feliz, creo yo (y ésto sin ánimo de ponerme demasiado filosófica) consiste en apreciar aquello que la vida nos presenta cada día, valorando los dones y las posibilidades con que contamos hoy, y poniendo el acento en lo bueno y lo positivo que nos rodea y en aquello por lo que tenemos que estar agradecidos. 

En base a lo anterior, me interesó explorar modos en que la idea recesionista podía extenderse a áreas más allá de la moda. Y se me ocurrió lo que hoy voy a proponerles para el universo de los viajes, que es después de todo el tema de este blog. Lo consulté con Solcito, para pedirle autorización para extender su idea y ella, generosa como es su característica, se entusiasmó con ella.

¿Cuál es la propuesta? Muy sencillo: si en materia de moda la idea es redescubrir las prendas que tenemos, en materia de viajes la idea es redescubrir el lugar donde vivimos. ¿Cómo hacerlo? Pues bien, en este aspecto me gustaría proponerles algunas cosas para hacer más lúdica y  (ojalá) divertida la experiencia.

Lo que quiero proponerles es que nos tomemos un día (o un fin de semana, si se animan) para ser viajeros en nuestra propia ciudad. Un día en que actuemos como si hiciera muchos años que no vivimos allí, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Un día fuera del tiempo, ajeno a la larga sucesión de días que vivimos de modo igual al anterior. Y les propongo que ese día sea planificado como si fuera una visita a una ciudad desconocida y vivido como viviríamos un viaje a un lugar en el que nunca estuvimos.

Entonces les propongo:

- Que investiguen acerca del lugar a visitar (su ciudad) como lo harian acerca de una ciudad desconocida. ¿Cual es la historia del lugar? ¿qué lugares recomiendan las guias de viaje/los foros/los sitios web de las oficinas de turismo locales? ¿qué recomiendan conocer?¿hay visitar guiadas? ¿Hay acontecimientos culturales planificados para el día de nuestra "visita"?  ¿cuales son los museos que vale la pena ver? ¿donde recomiendan comer? 

- Que, la semana anterior, preparen todo en su casa como si fueran a salir de vacaciones. Que se ocupen de esas rutinas que realizarían si salieran de la ciudad (lavar y planchar por adelantado, ir al supermercado, por ejemplo), para que nada interrumpa el "día de vacaciones".

- Que el día D actúen como si no estuvieran en casa. Imaginemos por un momento que paramos en un hotel y actuemos en consecuencia. ¿A qué hora se levantan cuando están de vacaciones? ¿Duermen hasta tarde o ponen el despertador para aprovechar la ciudad más tiempo? Hagan eso que harían en otro lugar. Para jugar más, les propongo dejar preparada una bandeja de desayuno en la cocina y llevarsela a la cama por la mañana para fingir que recibimos servicio a la habitación (pueden decirme que estoy loca, lo acepto ;) O si les da el presupuesto ¡ pueden pedirse un desayuno sorpresa! 

- Antes de salir, vistanse como lo harían de vacaciones: calzado y ropa cómoda. Preparen una mochila con aquello que llevarian si estuvieran de vacaciones (agua mineral, algun snack, o hasta lo necesario para comer de picnic por ahi, por ejemplo). 

- Lleven la cámara de fotos. He descubierto que uno mira con más intención las cosas cuando las ve a traves del lente. Me ha pasado de notar más detalles en edificios, la expresión de las estatuas, el color de las flores, etc cuando miro con mirada fotográfica. 

- Empiecen el día en la terminal de omnibus, en el aeropuerto o en la oficina de turismo más cercana (o céntrica). Pidan un mapa. Pregunten qué vale la pena ver, dónde se come bien, qué puede hacerse en la ciudad, qué les recomiendan. Como si no conocieran, como si nunca hubieran estado.

- Si pueden, hagan alguna visita guiada a algun lugar que hace mucho que no visitan, o al que nunca fueron. Hablen con el resto de los participantes de la visita, intercambien opiniones, vean su ciudad a través de los ojos de un turista. (o yo soy la única que habla con todo el mundo cuando está de vacaciones? si? soy la única caradura? bueno, entonces olviden este punto ;). 

- Si pueden, traten de no volver a casa hasta la noche. Cansense de caminar, de sacar fotos, de hacer preguntas, de recorrer lugares no explorados. 


O bien:

- Tomen un omnibus que nunca hayan tomado y vayan hasta el final del recorrido. ¿Qué barrios recorre? ¿Cómo cambia la ciudad vereda a vereda? Si les gusta algún lugar ¡Bajen y exploren!

- Caminen por las calles de su barrio ¿Cuando nació el mismo? ¿De qué epoca son las construcciones? ¿Hubo alguna batalla en el mismo? ¿Alguna anecdota relevante -crimen, persona famosa, acontecimiento historico de alguna indole, fantasmas? ¿Hay algún monumento, plaza, parque, centro cultural? ¿Hay alguna comunidad de  inmigrantes? ¿De donde? ¿ En qué epoca llegaron? 

- Un safari fotográfico. A mí me gusta la arquitectura, pero podrian elegir fotografiar la flora, los pájaros o aquello que prefieran. Elijan un rincón de la ciudad y recorránlo cámara en mano, fotografiando detalles que les llamen la atención. 

- ¿Hay alguna novela o película que transcurra en su ciudad? ¿Por qué no leerla y recorrer los lugares que en ella mencionan?


Estas son sólo algunas de las posibilidades, las que se me ocurren a mí. Ustedes tendrán seguramente mil ideas más. Lo principal es jugar a descubrir el lugar en que vivimos y, claro está ¡contarlo en este blog!

¿Qué dicen? ¿Se animan?

¡Ojalá que sí! Espero sus anecdotas y fotos en la dirección de email del blog: diariodeunatrotamundos@yahoo.com

Que tengan un hermoso  fin de semana y ¡hasta el próximo post! ¡Quedo a la espera de sus contribuciones!




* La foto del comienzo es una imagen tomada desde un bar de Villa Carlos Paz, en la Provincia de Córdoba, Argentina. La cerveza que está en primer plano es una marca local, muy típica de donde soy originaria.