Cuenta la leyenda que, hace muchos años atrás, vivía en la ribera este del Comoé, alrededor de una laguna, una tribu pacífica, de gente amigable, noble, valiente y de mujeres muy bellas, de las cuales la más hermosa de todas era su reina, llamada Pokou*. Vivían de la pesca y el cultivo, y consideraban a la laguna, al agua, su gran aliada. Vivían en paz, integrados con los que fueran tomados esclavos al devenir prisioneros de guerras pasadas, y eran felices.
Pero un día la calma llegó a su fin. Fueron invadidos por una tribu vecina y, en medio de la destrucción, tuvieron que huír dejando todo tras de sí: casas, cosechas, telas, todo lo que poseían. Huyeron rápido, en procesión, adentrandose en la selva, con el enemigo pisándoles los talones. En último lugar iba la reina, con su bebé en brazos, y entre todos cantaban al avanzar: ''Mi houn Ano, Mi houn Ano, blâ ô Ebolo nigué, mo ba gnan min'' , que quiere decir "Mi marido Ano, mi marido Ano, ven, que los duendes del campo me quieren llevar".
Caminaron y caminaron hasta que, al anochecer, llegaron a la orilla de un río de aguas tormentosas, inquietas, bravías. Asustados, muertos de frío y de hambre, y sabiendo que el enemigo no estaba lejano, se preguntaron qué hacer. Durante años habían considerado al agua como su amiga pero, con esas olas y esa espuma y esa fuerza, no había manera que fueran a poder cruzar hasta la otra orilla.
El brujo de la tribu consultó a los espíritus de las aguas y dictaminó: "El agua se ha vuelto mala y no habrá de calmarse hasta que le entreguemos lo más preciado que tenemos". La gente comenzó a cantar "Ebe nin flê nin ba Ebe nin flâ nin nan Ebe nin flê nin dja Yapen’sè ni dja wali", que quiere decir "Que alguien llame a su hijo, que alguien llame a su padre, que alguien llame a su madre, las jóvenes muchachas de casarán" , mientras ponían a los pies del brujo todas sus joyas de oro y marfil y todo aquello que habían alcanzado a traer consigo.
Pero el brujo desdeñó todas las ofrendas, y en cambio tomó en brazos al bebé de Pokou."Esto es lo que tenemos de más preciado"- dijo La reina entonces abrazó a su pequeño con fuerza contra su pecho mientras el resto del pueblo contenía el aliento.
Y cuentan que luego, recordando que más allá de madre, era reina, llevó al niño a la orilla del río, lo levantó, y lo arrojó a las aguas. Y en el momento en que el bebé las tocó, decenas de hipopótamos surgieron de las profundidades y se acomodaron formando un puente con sus lomos, para que los fugitivos pudieran, así, cruzar el río.
Cuando hubieron cruzado todos, la reina Pokou caminó tambien por sobre el lomo de los hipopótamos, en silencio. Y al llegar a la otra orilla sólo pudo decir "Baouli", que quiere decir, en su lengua, "el niño ha muerto". Los hipopótamos volvieron a sumergirse en las aguas, cerrando el paso al enemigo y así los miembros de la tribu pudieron iniciar una nueva vida al oeste del Comoé. Y se llamaron a sí mismos "Baoule", en honor al niño que había muerto para darles esa oportunidad, y a Pokou, su reina.
8 comments:
Ya te sigo!!!!!!!!!!!!!
Me encanto tu blog, ahora estoy en mi oficina, pero prometo leer las entradas más antiguas en casa.
Si podes pasate por el mío y estemos en contacto.
Cariños desde Bs As.
Que triste historia Marce! debe ser cierto que hayan existido esas líderes fuertes y determinadas que daban todo por su pueblo, aunque esto sea una leyenda.
Besos!
:´(
pobre bebe y pobre reina... las cosas que algunos hacen por los suyos eh?
Besos!
¡Qué triste, Marcela!
:-(
Besos
Te invito a mi nuevo blog; el tema principal es simple y conciso, y a la vez muy extenso y complejo: Los Hombres.
Te espero para que compartas conmigo tus experiencias, y me ayudes a comprender la insoportale confusión de la mente masculina.
Saludos!
ayyy Marce que triste historia, me corrio frio por la espalda....
me gusta mucho este blog..es muy interesante
la historia es impresionante..
Si chicas, es una historia muy triste. Siempre me asombró que hubieran tomado ese nombre para su pueblo, lo sentí siempre como un sino trágico, pero creo que es una muestra más de nuestras diferencias culturales. La forma como ellos lo ven, sin desmerecer el sacrificio de Pokú, es que de todas maneras el bebé hubiera muerto a manos del enemigo. Hay, por otra parte, una especia de propiedad comunitaria de la vida de los miembros de la tribu, y si gracias al sacrificio de una se salvan muchos, entonces vale la pena. El valor individual de la vida humana, para sorpresa de quienes hemos crecido en occidente, no es algo compartido por todas las culturas...
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