Llegué a Costa de Marfil una noche húmeda y calurosísima de agosto, hace ya 4 años. Me había subido al avión en Fuerteventura, Islas Canarias un día y medio antes, sin saber demasiado qué iba a encontrarme al llegar, habiendo partido casi casi a la aventura. 15 días antes apenas me habían elegido para ser voluntaria en unas elecciones que aún hoy no tienen lugar, y yo, sintiendo que tenía que ir, acepté y partí. Llevaba apenas una valija con 20 kilos de ropa, algunos libros, mi laptop con la información que había podido encontrar sobre el país en Internet y no mucho más.
Cuando el avión aterrizó ya era de noche y yo no había podido espiar cómo se veía la ciudad desde el aire porque mi asiento se encontraba en el pasillo del medio. La azafata anunció que estábamos en Abidjan, y después de una breve espera entramos por la manga al aeropuerto Houphouet Boigny. Y ahí caí en la cuenta: Estaba en Africa. ¡En Africa! Había llegado casi sin darme cuenta de qué hacía, persiguiendo un sueño, y ahora lo único que se me cruzaba por la cabeza era “¡¿QUÉ HAGO YO EN AFRICA?! ¡¿EN QUÉ ME METI?! ”Toda la preparación previa no me alcanzó para el shock inicial, para ese saberme en Africa, un continente al que nunca me había sentido particularmente atraída y que no había creído que fuera a conocer.
El primer gran impacto fue el idioma: Me costaba entender el francés africano. No sólo por los modismos sino por la entonación, tenía que concentrarme muchísimo para comprender qué me decían. Hay frases que se acortan, sílabas “aspiradas”, las R no son tan gargantéales y en general la forma de hablar tiene una música, un ritmo diferentes. Una vez que descubrí cuál era ese ritmo la cosa se hizo más fácil porque siguiéndolo podía reconocer las palabras con mayor facilidad...y así comprender y hacerme comprender.
El segundo gran impacto fue el saberme y sentirme parte de una minoría étnica por primera vez en mi vida. Me gusta pasar desapercibida, y cuando viajo aspiro a mimetizarme con el lugar donde estoy. Me incomoda que me miren, que se fijen en mí, y tuve que acostumbrarme a que eso era moneda corriente en Africa, por ser blanca. Al comienzo no me dí cuenta, salvo por el hecho de sentirme observada, a veces hasta con bronca, pero con el tiempo me fui enterando de algunas connotaciones graciosas y hasta algo incómodas de esta notoriedad: me conocía más gente de la que yo reconocía, y mucha más gente de la que yo hubiera querido sabía qué hacía y a dónde iba. Esto llegó hasta el punto que, por ejemplo, cuando viví en Daoukro (una ciudad en el interior de Costa de Marfil) mi compañero de trabajo se enteraba por el panadero que no hacía falta que comprara pan porque yo ya lo había hecho y que después había pasado por el mercado, y ésto claro está ¡sin que yo hubiera hablado con el panadero!...nunca me acostumbré del todo a esta fama no buscada...
El tercer impacto fueron los cuidados de salud: el temor a los mosquitos, portadores de malaria, el lavado de las verduras con lavandina para prevenir fiebre tifoidea y cólera, la cocción de las carnes, el planchado de la ropa rigurosamente por las moscas que se introducen en la piel...actividades que antes hacía sin pensar ahora eran motivo de preocupación. Aprendí que las ventanas no se abren de noche, a dormir bajo una mosquitera impregnada de insecticida, a revisar la mosquitera rigurosamente antes de dormir, a llenarme de repelente antes que cayera el sol. Aprendí nuevos miedos.
Finalmente, el último gran impacto fueron las consignas de seguridad: no caminar en la calle, no hablar con extraños, no salir más allá de las 10 de la noche, escuchar la radio VHF antes de ir al trabajo y realizar monitoreos de seguridad diarios, solicitar permisos con un mínimo de 48hs de anticipación antes de viajar de una ciudad a otra.
Con el tiempo me fui acostumbrando a todo esto. Y pasado el shock llegaron los aprendizajes. Costa de Marfil me enseñó, entre otras cosas, que la familia en África es más extensa que en otras partes del mundo, que la idea de comunidad tiene connotaciones distintas a las que yo conocía, que la magia es para algunos algo muy real, que la lealtad y la confianza se ganan y se premian, que los precios rara vez están fijos y que son distintos para los blancos, que se puede estar “un poco bien”, que los muertos pueden señalar culpables y que nunca lo están tanto, que la buena fortuna no se anuncia a los cuatro vientos para no despertar envidias, que no se llora por amor, que la femineidad es allí cosa de todos los días, que la fidelidad no quiere decir lo mismo en todos lados, que cuando uno ríe tiene que reír con todas las fuerzas porque para llorar ya habrá tiempo, que la vida va y viene y que siempre hay lugar para soñar con un futuro mejor, con una vida más plena...
Con esas enseñanzas me quedo, y son esos los recuerdos que pasarán a formar parte de este blog.
8 comments:
Me encanto!!! que lindo escribis, se puede hasta sentir e imaginarse uno en tu lugar.
Gracias a vos por compartir tu experiencia de vida!!
Mechi
Que Lindo!, y que fuerte!
Espero ansiosa próximos posts ;)
Guada
hola MArce!! qué lindo blog!! Gracias por este espacio que nos regalás para seguir contándonos tus maravillosas experiencias de vida.
Me atrapaste!!!Me emociono mucho....espero elproximo!!!
Gaby
Que lindo Marce..... espero ansiosa leer más....
Marce..simplemente genial!....tenes en mi otra seguidora fiel, es como dicen las chicas, tus palabras trasmiten sensaciones.
FELICITACIONES!.
Marce, simplemente hermoso! Es maravillosa la forma en que contas las expericencias, y haces que lleguen.
Gracias por compartir esto.
Esperando el siguiente post..
FELICITACIONES!!
Wow... todo lo q relatás es taaan distinto culturalmente a lo q uno vive q me atrapa y me intriga bastante. Espero ansiosa un nuevo post.
Adoro recibir comentarios a mis posts ¡gracias por dejar uno!